Fue durante un viaje en ferry desde Marsella rumbo a Marruecos que el destino me puso en el camino a un joven beur de encanto cautivador: Farid. Desde el primer intercambio de miradas, una tensión sexual se apoderó de nosotros. Después de algunos miradas cómplices, Farid decidió unirse a mí en mi cabina. A resguardo de miradas indiscretas, dimos rienda suelta a nuestros ardientes deseos.
Tan pronto como la puerta de la cabina se cerró, nuestros cuerpos se acercaron con una pasión devoradora. Nuestras manos se entrelazaron, explorando cada centímetro de nuestras pieles ardientes. El calor de la excitación aumentaba cada vez más, haciendo subir la adrenalina en nuestras venas. Nuestros labios se encontraron en un beso febril, cargado de un deseo insatisfecho.
Farid me empujó suavemente hacia la cama, donde nos envolvimos en una danza sensual y ardiente. Sus hábiles manos recorrieron mi cuerpo, desencadenando escalofríos eléctricos con cada contacto. Sentía su virilidad palpable contra mí, haciéndome anhelar con impaciencia.
